martes, 23 de diciembre de 2008

La dolce vita en tiempos modernos


La dolce vita, o “la dulce vida” en español es una película considerada una obra de arte del director italiano Federico Fellini. La dulce vida es la historia de Marcello, un reportero de clase media alta en los años 60s que aparentemente vive una vida dulce y bella en donde cada noche tiene la oportunidad de ir a fiestas y eventos sociales en donde bebe, fuma y tiene sexo con diferentes mujeres; y son precisamente esas tres cosas son su perdición. A pesar de que pareciera que Marcello tiene capacidades artísticas como escritor, la rutina de su vida “dulce”, y la falta de voluntad para romper con ella no le permiten ejercer esa parte de él. Pudiera ser que el protagonista tuviera todo lo que un hombre desea, pero Fellini nos muestra en este película siete días y siete noches de la vida de Marcello en donde queda claro que se encuentra completamente vacio e insatisfecho. Marcello tiene que caer en lo más vil del mundo de las fiestas y el sexo para poder tocar fondo y quizás renacer. Al parecer su vida dulce y burguesa era bastante amarga.
Debo decir que al ver esta película por primera vez me parecía que Fellini se había ido a los extremos; que si bien, fuera posible que hubiera una persona entre mil que fuese tan baja, sería difícil encontrarla en la vida cotidiana. No pensé que los seres humanos tuvieran que pasar por tanta asquerosidad o tocar fondo para poder llevar una vida normal. Pero ¿saben qué? He sido yo quien vive en un mundo de fantasía. Fellini describía la verdad de los años 60s, y ahora sé que es una descripción acertada de lo que sucede en nuestros tiempos. A veces tanta inmundicia y escoria humana no me parece real, la realidad me ha caído como vaso de agua en la cara y siento estar en el limbo. No es que haya tenido una vida en cautiverio, sino que cuando llegué salir, lo hice sin ver la realidad, y ¿saben como abrí los ojos? Yendo a centros nocturnos en mis cinco sentidos, sin tomar una gota de alcohol. En mis épocas se usaba la pisteadera con los compas y una que otra morreada con algún chavo/a en alguna fiesta o antro. Bueno, al parecer esos tiempos ya cambiaron, o bien; nunca fueron así, y era yo quien creía en los angelitos panzones. A decir verdad quien sale en estos días por la noche busca más que ponerse pedo con sus amigos, o unos cuantos besillos. Vivimos en La Dolce Vita de Fellini en donde muchos son protagonistas de una vida con la misma cantidad de miseria y porquería en sus vidas que Marcello si no es que mucha más.
En las primeras secuencias de La dolce vita, Magdalena, una amiga de Marcello, le confiesa que a pesar de tener todo en la vida solo se siente viva cuando hace el amor. Las calles de Boulder están llenas de Magdalenas insatisfechas en busca de sentirse vivas; muchas lo tienen todo gracias al apoyo de los papás, y es por el aburrimiento de sus vidas facilitadas que salen a la calle a emborracharse y con la meta de no regresar solas a su departamento esa noche. Las noches de jueves, sábados y domingos las calles del centro se encuentran llenas de personas de 21 años en adelante e incluso con frecuencia es posible encontrar mujeres cuarentonas vestidas en ropas de veinteañeras urgidas. ¿En que momento empezaron a existir más Magdalenas que mujeres y por qué? Yo no digo que una mujer tenga que quedarse a vestir santos o llegar virgen al matrimonio, aunque eso sea bastante respetable. Pero la diferencia entre las magdalenas y las mujeres es que una mujer es aquella que se respeta a si misma y se da a respetar; y si hace el amor, incluso antes de casarse, es precisamente por AMOR. Una mujer es aquella que no se rebaja a ser tratada como carne en oferta y si tiene ganas de ponerle y anda sin novio tiene su canco (o se consigue uno) con el que morrea o tiene sexo sin compromiso deliberadamente, pero no aquella que en las calles con la temperatura por abajo de los 0 grados Centígrados sale con ropa que grita a ruegos que la volteen a ver. La Magdalena a diferencia de la mujer se pone la ropa que enseñe más carne, aunque le cuelgue todo y baila como perra en celo, incluso tocándole el miembro a un total desconocido en público. Se usa que la Magdalena se cuelgue con ambas piernas del tórax del tipo que la peló esa noche mientras baila y brinca de arriba abajo. Una Magdalena, a diferencia de una mujer, se acerca a un extraño en un bar; y sin importarle quien es, si está comprometido, o si tiene enfermedades venéreas le dice “¿te puedo llevar a casa conmigo esta noche?”
Despierten Magdalenas, yo les pregunto ¿qué es tan chingón de que las coja un extraño? Yo sé ( y vaya que sí) que como humanos tenemos el instinto sexual dentro de nosotros, pero ¿realmente vale la pena rebajarse y perder el orgullo por unos minutos de placer? Qué es lo que os da más placer realmente, el orgasmo que no siempre se alcanza, la relación sexual borrosa por el alcohol, o llenarse la bocota contándoles a los amigas la mañana siguiente que por una noche no durmieron solas y hubo alguien que las aceptó? ¿De que sirve tener un acostón con alguien diferente cada noche, y qué satisfacción hay en que te vean como la vagina andante a la que le van a meter el pene hasta venirse para después dejarla, e ir en busca de una nueva al día siguiente?
Empecemos a llamar las cosas por su nombre. Hacer el amor no es lo mismo que usar a alguien o ser usado. El amor no se hace con un extraño en el bar, ni con un hombre comprometido. Cuando el tipo con el que estás bailando en el bar te pregunta si te puede “hacer el amor” te está preguntando que si te puede utilizar. El amor se hace con la persona con la que sientes mariposas en el estómago y en el que piensas todo el día, no con el fulano que te pichó una cerveza. Es fácil decirle a alguien “sí, hazme el amor” pero las reto a que digan “órale, úsame”. Hacer el amor implica que tu vagina es importante y valorada; y tú cual vajilla cara, cuando se come de ella es porque se cuidará, limpiará y guardará en un lugar precioso donde se pueda admirar. Sin embargo con frecuencia las palabras de ”hacer-el-amor” no concuerdan con la semántica del hablante, que por no decir disfrazan la verdad, implícitamente sugieren el ser utilizada. ¿Y saben cual es la diferencia? Bueno, que el ser usada es ser, a diferencia de una vajilla cara, más bien como un plato desechable de esos que se compran al mayoreo hasta en la tienda de dólar y ni te molestas en verlo después comer ya que es obvio que una vez usados pertenecen en la basura. Nadie lava los platos desechables así como nadie ama a las magdalenas, mis estimadas. No es justo mal usar el precioso término “hacer el amor” cuando se va a hacer lo que yo llamaría “hacerle al patético”. Que tristeza que en un mundo donde las Magdalenas le dan todo al hombre después de diez minutos de baile y una chela, las que no andan abriendo las piernas por aquí y por allá a veces pasan a segundo lugar; porque como todos sabemos, cuando se tiene una vajilla cara hay que cuidarla y darle mantenimiento, y si te ofrecen comer en plato desechable a veces suena tentador. En otras palabras, si tienes novio y te estás esperando para tener relaciones, no falta la puta a la que le meta el pito por mientras. Bien dicen, que a quien le dan pan que llore. Y si ya tienes relaciones con él, pero le siguen ofreciendo comer en plato desechable, existe la posibilidad que no llore y se coma el pan un día que le de hueva lavar los platos.
Divertirse para mi, era salir a bailar y pasar un buen rato cotorreándola, y ¿ por qué no? Tal vez dar unos cuantos besillos. Me da asco vivir en una sociedad en donde practicar sexo patético y beber alcohol desmedidamente es lo que se llama diversión, no perdición. Vaya porquería de vida; vaya porquería de hombres y mujeres aquellos pertenecientes al grupo de los Marcellos y las Magdalenas. Si antes pensaba que la naturaleza humana era ser bueno, honesto y leal ahora sé que es todo lo contrario. Es por culpa de esta plaga que ahora entiendo porque alguien por ahí invento los diez mandamientos que parecen obvios, ya que la naturaleza de ellos es estúpida, cruel e irresponsable; ahora sé porque alguna gente necesita ser asustada con un Dios castigador y vengativo. Fellini no estaba tan errado en sus conceptos que me parecían extremistas en La dolce vita. Vivo en un mundo mucho peor, que si un día creí dulce hoy me doy cuenta que es bastante amargo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Desperdiciando amor

Hazme un último favor, ven a verme por última vez. Cuando llegues apaga la luz y cierra las cortinas y si puedes camina con los ojos cerrados hasta que llegues al lugar donde estaré sentada. Ahí, frente a mi no hables, solo pasa tus manos sobre mi cara; la sentirás empapada de mis lágrimas, luego ponlas sobre mi pecho. Sentirás el algo con el que te quise latiendo tan fuerte y tan rápidamente que te dará la impresión que te está empujando la mano, pidiendo que lo dejes salir. Si abres los ojos, estará tan oscuro que no verás nada y solo escucharas el agobiante silencio del vacío del cuarto. Cuando sientas que te empiece a faltar el aire vete, házle el amor a quien sea que se deje una vez más y pregúntate si alguien en la vida te va a querer como yo te quise a ti.


Sobre la entrada:

-Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia-